“No hay otro lugar en el mundo en el que yo juegue como si estuviera en casa”. La frase que lanzó David Ferrer apenas ganó el ATP de Buenos Aires cobra vigencia menos de una semana después. A seis días de haber conseguido el tercer título consecutivo en el torneo argentino, el español perdió en semifinales en Río de Janeiro y no podrá jugar la final de ese torneo.
En Buenos Aires, Ferrer celebró, dedicó la victoria a su gente más cercana, participó de la ceremonia del descorche de champagne. Y, obviamente, habló para el público del estadio. En la respuesta de la gente esta vez hubo una gran diferencia. La ovación fue total. Contundente. Ruidosamente sonora. No es que no se lo haya aplaudido en años anteriores pero esta vez el sonar de las manos tuvo un tono distinto. Más cercano. Casi se puede decir que sonó a agradecimiento. Nadie se guardó nada a la hora de devolverle el favor de haber venido al país casi a último momento. El sentimiento y el respecto es recíproco.
“Viví una situación especial. La lesión de Rafael Nadal fue un problema para el torneo. Para mí, era una semana de descanso antes de una gira muy intensa por Río de Janeiro, Indian Wells y Miami. Pero no me costó cambiar la decisión, no bien me llamó Martín Jaite, le dije que sí. Siempre es un placer jugar en Buenos Aires”, afirmó el rey de la arcilla porteña.
- Si hubiera sido otro torneo...
- Mi respuesta hubiera sido distinta. No hay otro lugar en el mundo en el que yo juegue como si estuviera en casa. Fuera del español, ningún otro público me trata como el argentino. Jugar en la central del Buenos Aires siempre es una sensación muy reconfortante, aunque me toque enfrentar a uno de los jugadores argentinos. La gente, aquí, tiene muy claro cómo mostrar lo que siente.
- Muchos tenistas suelen destacar lo difícil que les resulta poder mentalizarse debidamente cuando se presentan ciertas situaciones imprevistas. No parece ser tu caso…
- No hay mucho secreto en estas cosas. Desde el momento en que decidí dejar el descanso y jugar Buenos Aires encaré el tema con total convicción. Es un torneo importante, si juego es para darlo todo, más allá de la situación por la que se definió mi presencia. De haber perdido en primera ronda en lugar de ser campeón eso no hubiera cambiado.
- Se te vio emocionado en el festejo, como si expresaras que la victoria fue especial…
- Fue importante. Mi último título había sido también en Buenos Aires y desde entonces había perdido siete finales seguidas. Al ganar me convertí en el tercer español con más torneos ganados en la historia. Son pequeños detalles que estaban en mi cabeza y que, aunque yo no quisiera, me ponían algo de presión.
- En la entrega de premios cruzando palabras y chistes con David Nalbandian. ¿Tenés claro que vos le ganaste a David su último partido en el torneo?
- Sí, lo recuerdo muy bien. Como tantas veces cuando lo enfrenté, esa noche la pasé muy mal en la cancha, mas allá de haber sacado el partido adelante. David siempre ha sido un jugador a quien te daba placer ver jugar, pero terror al tener que enfrentarlo. El talento que tuvo lo he visto en pocos, su forma de impactar la pelota, su valentía en esos puntos importantes que definen victorias. El tenis ha perdido a un gran protagonista.
- Más allá de Nalbandian ¿cómo definirías tu relación con los tenistas argentinos?
- Era excelente. Es excelente. No sé si decirlo en pasado o presente. Hoy ha cambiado un poco ya que mis compañeros de generación se han retirado. Sentí un gran placer al cruzarme estos días con David, Gastón Gaudio, Mariano Zabaleta, Juan Ignacio Chela, Agustín Calleri, José Acasuso. ¡A la vez me sentí un poco viejo! (risas) Todos ellos han sido grandes tenistas. Y siguen siendo grandes personas. La hemos pasado muy bien juntos durante varios años.
- Al mirar tu actualidad uno encuentra un jugador en plenitud más allá de que tu documento diga que sos un veterano. ¿Cómo te sentís frente a eso?
- Estoy muy bien aunque hay situaciones inevitables que se dan por el paso del tiempo y que me obligan a ciertas adaptaciones. La recuperación es mucho más lenta, quizá no lo noten ustedes pero el cuerpo llega un poco menos lejos hacia los costados. Son cosas naturales y también es natural suplir esas carencias con otras cualidades. Estoy más maduro, se leer adecuadamente los partidos, interpretar el lenguaje de mi rival y sacar las conclusiones acertadas que me permiten llevar mejor situaciones de incomodidad o adversidad dentro de la cancha. Fuera de las opiniones, los resultados me muestran con cierta regularidad: cuartos de final de Australia, una semifinal anterior en Auckland, el título en Buenos Aires. Sigo estando en la conversación y a la vez tengo claro que no está demasiado lejos en el tiempo el día en que no podré decir lo mismo.
- Si te llevo varios años para atrás hasta que recuerdes tu primera visita a la Argentina, ¿cuán diferente te reconocés dentro de la cancha?
- Soy muy distinto de aquel que vino en 2003 y perdió rápido con Carlos Moyá. Los años hacen su trabajo, he cambiado dentro y fuera de la cancha. Me recuerdo casi niño, bastante inconsciente, sorprendido por esas cosas atractivas que vivía por primera vez. Mis nervios afectaban mucho mi juego, me enojaba profundamente cuando cometía un error. Mirándolo ahora creo que el proceso ha sido muy natural. Hoy estoy seguro de mis puntos altos, sé disimular mejor los más bajos. Tengo ideas muy claras, adentro y afuera de la cancha. Corro mejor, golpeo más de derecha, soy más agresivo. Y, tal como antes, dejo todo lo que tengo a la búsqueda de ganar cada partido.
Han pasado ya unos días desde su victoria. El eco de su triunfo aún se escucha en el ambiente. Ferrer dejó su huella en Buenos Aires. Como en 2012 y 2013. Aunque esta vez, parece ser más profunda.